Calidad artesanal a tus pies
Casa Alfaro ofrece desde los años 80 alpargatas hechas a mano.. Buenos precios, acabados de lujo y una atención excelente hacen el resto para el éxito de este negocio familiar
Lo que funciona no pasa de moda. Si no que se lo digan a la familia Alfaro que, desde los años 80, comercializa en Zaragoza alpargatas, un calzado que, pasen las décadas que pasen, sigue siendo esencial en el armario de verano de muchos ciudadanos. Con nuevo local, pero con las ganas de siempre, esta familia atiende en el número 22 de la calle San Lorenzo, y entre su clientela se encuentran fieles compradoras que llevan más de 40 años acudiendo cada mes de junio para calzarse con gusto y comodidad durante los meses más calurosos del año.
El truco del éxito: unas alpargatas de calidad, hechas a mano, de precio asequible que no se incrementa con el paso de los años. «No queremos subir el precio», indica Georgina Alfaro, una de las responsables de la notoriedad de esta tienda. Las piezas están hechas con cuidado y mimo, cortadas y cosidas una a una, para lograr el resultado de un producto único, de diseño y cuya comodidad es indiscutible.
Para conocer la historia de esta tienda, hay que viajar hasta 1905, hasta en Cervera del Río Alhama, donde Gerardo y Sebastián Alfaro empezaron a fabricar alpargatas en una zona eminentemente trabajadora del calzado como lo es la Rioja baja. 75 años después, en la década de los 80, sus nietas deciden seguir esa tradición familiar, y abren en Zaragoza, Casa Alfaro, recibiendo el legado de sus antepasados y la pasión por un trabajo artesanal, elaborado con materiales de primera y que respeta las nuevas tendencias de moda. «Al principio, antes de empezar a fabricarlas, vendíamos las que hacían ellos, pero entonces mis hermanas se dieron cuenta de que había que fabricarlas aquí, y se abrió en los 80 una tienda pequeñita, donde se cosía y se despachaba», asegura Gerardo Alfaro, otro de los responsables del negocio.
Poco a poco, este pequeño local fue haciéndose hueco entre la sociedad zaragozana y la adaptabilidad al pie y el buen precio de sus alpargatas hicieron que la tienda se fuera llenando. «Tuvimos que poner hasta número para atender», recuerda Georgina, quien no deja de recordar el gran papel de su hermana Mari y de su madre, «quienes fueron imprescindibles en Casa Alfaro».
La alpargata en sí misma como producto ha ido dignificándose, por lo que a día de hoy, este comercio tiene mayor competencia que hace unos años. Se venden en tiendas, e incluso hay muchos comercios que quieren comprar productos al por mayor a Casa Alfaro para comercializarlos, pero «no tenemos capacidad». «Nosotros nos debemos a nuestras clientas. Cosemos todo a mano y no podemos hacer grandes cantidades», informa Georgina. Y es que la fidelidad ha sido clave para que la tienda siga apareciendo en la agenda de compras de los zaragozanos, quienes reciben un trato directo. «En tienda también arreglamos. De hecho arreglamos para que cada alpargata quede adaptada al pie del cliente», dice la hermana Alfaro.
A lo largo de las décadas esta familia ha ido evolucionando y buscando soluciones creativas o valientes a lo que se iban encontrando en el camino. Una de ellas, por ejemplo, fue la de lanzarse en los 90 a contratar publicidad en revistas nacionales de moda. «Se nos ocurrió poner anuncios en la revista MIA, una revista genérica. Decidimos mostrar cinco modelos y tuvo su efecto. Nos llamaban por teléfono y vendíamos bastante». Después llegó internet y crearon una web, pero confiesan que no estaba orientada hacia la venta. El negocio por este canal estuvo paralizado un tiempo. No obstante, el año pasado, la familia, con la ayuda y la visión de las nuevas generaciones, lanzó un nuevo portal web, que le está reportando grandes beneficios. «Este año se vende bien», manifiesta Georgina. Incluso, ahora, la tienda presume de una cuenta muy cuidada y activa en Instagram, con fotografías de producto y detalle que muestran un catálogo amplio y variado.
Otra decisión acertada, que puede parecer arriesgada de primeras, es la apuesta por abrir una tienda de verano – de junio a octubre- en la localidad catalana de Torredembarra. «Estuvimos varios años yendo en verano para vender allí y venían clientes de muchos lugares. Lo hicimos porque nos cerraron la calle por obras», informa la responsable de este comercio zaragozano. Con el tiempo dejaron de ir, pero en este municipio tarraconense aún se acuerdan de las alpagartas y algunos de sus comercios demandan modelos cada verano.
Artesanal 100%
«Todo se hace mano». Esto es una ventaja porque diferencia el producto de Casa Alfaro de los que se venden en grandes superficies, pero también tiene su parte mala: la producción es limitada. «Somos los que somos y no damos más de nosotros. Nos piden muchos encargos, pero no es posible realizarlos. Además, preferimos cumplir con nuestros clientes de siempre, de tienda», asegura Georgina, repitiendo este mantra que hace ver lo importante que son las personas que durante años acuden a adquirir sus alpargatas.
Esos clientes han visto también como Casa Alfaro ha cambiado de ubicación a un nuevo local más amplio. «Hemos ganado en visibilidad, eso está claro. De hecho han venido a la tienda muchos zaragozanos que no nos conocían. Pero, sobre todo, hemos ganado en calidad para trabajar. La luz y el espacio son fundamentales para coser a gusto».
Y allí trabajan para sacar cada año modelos de siempre y modelos nuevos que se adaptan a las necesidades de sus clientas. Una línea que tienen en marcha desde el año 2000 es la dedicada a las bodas. Para ello, las novias traen un trozo de tela del vestido y las indicaciones pertinentes y en unos días disponen de las alpargatas más especiales que puedan imaginar. También hay alpargatas para comuniones, modelos para hombres o para el día a día. Este calzado no distingue de funcionalidad, lo importante, tal y como señala Georgina, «es que sea cómodo».
Este saber hacer y haber logrado alcanzar la estabilidad como negocio lo han ido aprendiendo con los años. «Desde el principio hacíamos modelos nuestros. Como hormiguitas preparamos modelos y colecciones y todo aquello que la clienta nos pedía», comenta Georgina, añadiendo que «ninguna de nosotras era patronista, por lo que la cuestión era repetir hasta que salía lo que queríamos». Y parece que han dado con el clavo porque Casa Alfaro disfruta de una salud de hierro y la nueva tienda, más espaciosa, sigue llenándose. «Ver que la mayoría de clientas se van contentas nos da gasolina para seguir en este trabajo tan duro», concluye Georgina, mientras lleva un alpargata en la mano para enseñarnos cómo se cose.
Texto de Beatriz Cuartero Méndez
Fotografías de Marcos Cebrián
Video de Amaury Cabrera
«Nosotros nos debemos a nuestras clientas. Cosemos todo a mano y no podemos hacer grandes cantidades»
«Ver que la mayoría de clientas se van contentas nos da gasolina para seguir en este trabajo tan duro»
«Desde el principio hacíamos modelos nuestros. Como hormiguitas preparamos modelos y colecciones y todo aquello que la clienta nos pedía»
«En tienda también arreglamos. De hecho arreglamos para que cada alpargata quede adaptada al pie del cliente»
Casa Alfaro
Calle de San Lorenzo, 22, Zaragoza
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